El riesgo de tener un cerebro alarmista
Soy fisioterapeuta y debo decir que trabajo desde este abordaje pedagógico del dolor crónico desde hace tiempo. Cada día mi cerebro me juega malas pasadas, de las que intento salir más o menos victoriosa, contradiciendo las propuestas que me ofrece, con un poco de lógica y sentido común, sobre el estado de mis tejidos.
He sido “padeciente”, como muchos/as de vosotros/as durante bastantes años, pero eso lo dejaré para un nuevo post más adelante.
Todos los días recibo informaciones “sensibilizantes” sobre las creencias que cada uno de vosotros/as traéis a la consulta, sobre las ideas que habéis recibido de otros profesionales o las explicaciones que habéis construido para las dolencias. Algunas veces son acertadas y, después de una exploración fisioterápica, se llega a la conclusión de que estáis viviendo un proceso agudo de lesión, pero en la mayoría de los casos, no es así.
Me toca lidiar con vuestras hipótesis, que un día fueron también las mías. Poco a poco las he ido deconstruyendo, ¡y mi trabajo me ha costado!, aunque a veces se me cuelan troyanos, que acaban por traerme de regalito una percepción similar a la del paciente que he visto ese mismo día. Lo suelo resolver con una carcajada mientras se lo cuento a mi compi y me mira con cara de resignación ante la absurdez de mi organismo.
Para que os hagáis una idea de cómo funciona mi querido cerebro, os voy a contar lo que me pasó hace unos años…
Me apunté a un curso de Fisioterapia Vestibular (para tratar los vértigos y mareos). Hasta aquí todo normal. He de decir que ente los múltiples dolores que he experimentado se encuentran las migrañas. Pues después de escuchar que existía una correlación entre migraña y vértigos, que no causalidad, me aventuré a hacer una prueba exploratoria en un sillón giratorio, y voila, experimenté el viaje más horrible de mi vida… un vértigo en toda regla, donde el mundo empezó a girar, moverse de un lado a otro sin parar, como si me hubiera tomado el peor alucinógeno del mundo. Estuve así unos diez días. Las paredes de la consulta estaban torcidas, el suelo tenía pendientes raras y parecía que estaba en una atracción de feria. Eso pasó y algún día os contaré las aventuras que viví en ese episodio… pero este post es para contaros algo que me ha sucedido hace poco…
Hay veces que, agotada del trabajo, de no parar, me gusta que me den un “masaje de placer”, como decimos nosotros… que me soben sin ninguna intención de tratamiento. Creo que es lo más placentero que existe para bajar revoluciones.
Llevaba unos meses a tope, y necesitaba ese momentito para mi. Mis compañeros andaban sin parar también, y la verdad que no quería robar una hora de la agenda para mi… ¡¡en qué momento, por Dios!!
Pedí cita con un compañero de profesión y le comenté mis intenciones, no quería que me diagnosticasen nada, ni que me tratasen, sólo que me diesen "mimicos" como digo yo, que en ese momento necesitaba, una horita para mí. El contacto táctil es una gozada, y muchos/as de vosotros/as, cuando os auto-regaláis este producto salís con la boca abierta y con la baba colgando… yo quería eso. Pero aunque esa fue mi petición, y yo me encontraba muy bien físicamente, manteniendo a mi cerebro a raya, mi colega no se pudo resistir…
Sacó sus conclusiones de psoas acortado, que necesitaba manipulación (no le dejé), que si mi lado derecho estaba fatal, que las técnicas que necesitaba eran x, y, z… Yo ahí estaba boca abajo, intentando no escuchar, intentando rebatir mentalmente la información que me estaba dando. En varias ocasiones hice mención a mi objetivo, pero parecía que no era el suyo… me preguntaba si me dolía en a, b, c porque "veía que…"; ¡yo qué se qué veía!
Yo comentaba que estaba genial, que a mi no me dolía nada, pero la frase que más grabada se me quedó fue: "como no trabajemos estos desequilibrios, en algún momento saldrán por otro lado". Es una frase que tengo grabada hasta el tuétano, la he repetido durante años bajo la idea de organismo débil. Eso activó memorias y… efectivamente que salieron… ¡una buena lumbalgia me llevé de regalo! No por lo que me hizo, que sé que no me lesionó y es un grandísimo profesional, si no por lo que le dijo a un cerebro que busca amenazas donde no las hay.
He estado dos días levantándome de la cama como un robot, no podía incorporarme, caminaba unos metros y venían los recuerdos de años atrás donde llevaba una losa lumbar, donde he vuelto a recuperar esos patrones de NO DOBLE USTED SU LUMBAR de forma automática, puestos por mi organismo y que yo repito una y otra vez en consulta que hay que derribar… aysss, un desastre.
Todos estamos expuestos. Las memorias ahí están, la información también. A veces de forma directa, a veces sin darnos cuenta…
El miedo volvió cuando apareció el dolor invalidante, las dudas, las expectativas…
Nuestros cerebros van por libre… recogen información, nos plantean una propuesta (dolor), en mi caso basada en una película de ciencia ficción, y una respuesta frente aquella propuesta (no moverse). Cuando esa mañana me levanté y era incapaz de erguirme, ponerme las zapatillas o andar por casa como un ser humano bípedo… sólo la cara de mi madre, que venía a decir ”hija, parece mentira que no aprendas” fue suficiente para arrancarme una carcajada por lo absurdo de la situación… y ¡voila!, comenzó la coherencia.