Lourdes y Sísifo

El mito de Sísifo refleja perfectamente el esfuerzo baldío de muchos padecientes de librarse del pesado pedrusco que llevan a la espalda. Chumy Chumez mostraba en sus viñetas cómicas a los personajes cargando con una enorme losa. 


Sísifo trata de ascender inútilmente por una ladera con su piedra existencial, su destino (los «genes migrañosos»). Está convencido de que la piedra forma parte de sí mismo y que no debe abandonarla a pie de montaña y ascender ligero y libre. Ese es su error. Sísifo puede y debe dejar el pedrusco en el suelo y reiniciar sin miedo la ascensión. La piedra contiene la carga de las creencias y expectativas migrañosas. Va creciendo según nos criamos en la cultura del miedo somático.


Lourdes ha escrito su infierno irracional migrañoso, su peregrinaje en busca de la solución mil veces prometida. Muestra su periplo por los despachos de atención primaria, especialistas y superespecialistas, públicos y privados. Tuvo el valor de hacer el corte oportuno de mangas y dejar la piedra.


– Voy a salir…


– No olvides coger la piedra…


– ¡Venga ya!…


Gracias Lourdes…



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Cuando el Dr. Goicoechea me brindó la oportunidad de exponer y hacer llegar a todos mi experiencia con el dolor, sinceramente, me daba miedo no poder transmitir una cuestión tan personal, pero cuando empecé a escribir me di cuenta de que era evidente que no podía llegar a todos de la misma forma, pero con tal de que le resultara útil tan solo a una persona, habría merecido la pena, y me sentiría satisfecha. De esta manera, voy a intentar exponer cómo me liberé de toda la información anterior y cómo gracias a ello me libré de la migraña crónica, aunque para ello tan solo brevemente, y espero sin aburriros, os reseñaré mi periplo, que fue como el castigo de “Sísifo”.

Y es que los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso, infinitamente.


Durante doce años estudié, trabajé, y me relacionaba socialmente empujando dicha roca, a pesar del peso que suponía el dolor continuo y diario, y todas las noches que pasaba en urgencias. Y además siempre –como yo digo- en la clandestinidad, pues quién iba entender que siempre me doliera la cabeza y que no tolerara muchos estímulos. Algunos pensaban que eran excusas y otros que era psicológico. Así que decidí guardar silencio, al menos en mi ámbito laboral, donde dar a entender que puedes tener algún problema, podía significar la pérdida de confianza de clientes. ¿Cómo iban a entender que me llevara tres meses sin poder ni moverme, y al mismo tiempo llevarle bien un pleito de gran responsabilidad? De forma que intenté que nunca se enteraran, salvo compañeros de confianza que tenían que sustituirme. De forma que el dolor era casi diario, cualquier estímulo, stress, hormonas, lo disparaba. Y si alguna vez, cuando más alto había llegado- a lo mejor 15 días sin dolor- había alivio, la piedra siempre volvía a rodar intentado aplastarme a mí y todas mis “esperanzas”. Y es que tener esperanza en que algo que tiene un origen misterioso desparezca más que esperanza es una “ilusión”. Ello siempre venía refrendado por la escasa respuesta, por no decir ninguna, que siempre mostré ante todos los medicamentos. Huelga decir que, como la mayoría de los “migrañosos” crónicos los tomé de toda clase. No obstante, cuando supuestamente en mejores manos me encontraba y mejores e innovadores medicamentos me prescribían, más se cronificaba mi situación. Y digo situación porque no solo era dolor, era como un “síndrome”, un conjunto de síntomas que me impedían realizar toda actividad que no se redujera a estar tumbada a oscuras en un sofá y en silencio.


Sólo como ejemplo, decir que, en más de una ocasión me he llevado hasta tres meses continuos de migraña, sin poder salir de casa. Me han hecho todo tipo de pruebas, practicado punción lumbar en la seguridad social de mi ciudad, e incluso ingresado durante siete días en una de las mejores clínicas- si no la mejor- de España. 


En estos casos, como no, el miedo a no poder estudiar, y posteriormente trabajar, aumentaba mi ansiedad por recuperarme. Cuando pasaban las peores rachas casi siempre me olvidaba y quería creer que fue una pesadilla que no iba a volver, y que por lo menos, ya dispondría de un nuevo preventivo de última generación que me ayudaría o quien sabe a lo mejor encontraba al fin “la causa”.


Sin embargo, a medida que me encontraban más supuestos desencadenantes: decían que tenía disfunción de la Articulación Temporo-Mandibular con luxación, presunta neuralgia mandibular, prolactinoma, etcétera, mi situación empeoraba hasta cronificarse. Y digo sin embargo porque a pesar de que al principio me alegraba de encontrar una o varias causas a mi dolor, lo cierto es que tras estos grandes descubrimientos todo fue a peor. El dolor empezó a desencadenarse por supuestos factores que nunca me habían afectado, precisamente los que me habían dicho ahora que eran “la causa”: empezaba un dolor facial o pinchazos en los dientes, o se producían cambios hormonales, por ejemplo, y seguidamente aparecía el dolor. El poder de las creencias es impresionante, como ya veréis.


Cuando estaba convencida de ser tan “defectuosa” fue cuando cayó en mis manos un libro donde se exponían, a nivel de una padeciente, los conceptos básicos de la neurobiología, de la biología del dolor. ¿Cómo es que nunca había oído hablar de ello? Me enganchó inmediatamente. Otro mérito más del Dr. Goicoechea, su capacidad de hacer metáforas y de ironizar y de exponer con sencillez complejos procesos neuronales.


Por ello, diré que la desaparición de la migraña pasó por un período de estudio y adaptación a los nuevos conceptos, algo que todos podemos hacer. Cuando cambia una ley por completo, reformándose en sus fundamentos, en mi profesión hay que volver a estudiar. Hay veces que determinadas leyes sacuden los pilares de la tradición en nuestro Derecho, sirva como ejemplo, que antes de la última reforma operada en nuestro vigente Código Penal, las personas jurídicas no podían ser responsables penalmente, y ahora son susceptibles de imposición de penas, al igual que las personas físicas, quebrantando el tradicional principio del Derecho penal de la culpabilidad y responsabilidad personal. Lo mismo sucede en este ámbito, pero los profesionales no se reciclan o prefieren no hacerlo de momento, y ello, a pesar de que no les quiten la migraña a ninguno de sus pacientes sino todo lo contrario, pues la mayoría suele ir a peor. Y es que reconozco que los conceptos expuestos en este blog suponen una gran sacudida a los pilares del conocimiento que se proclama en las Facultades de Medicina. 


Propongo así las siguientes claves:


1) Estudio y conocimiento.


Lo que trato de explicar es que lo primero que me sucedió al leer el libro del Dr. Goicoechea, yo que me las daba ya de experta, fue que se me encendió la bombilla. Pero, diréis ¿por qué pasa esto? Porque un padeciente crónico es el que mejor informado está, al día, de todos los” avances sobre la migraña”, y sin embargo, no sabe nada, nunca han sido capaces los especialistas de explicarle cuál es la causa y cómo se origina la susodicha migraña. Tan solo le han medicado y le han dicho que tiene que empujar la piedra durante toda su vida, sin saber porqué. Entendí que todos los especialistas del dolor no sabían nada de dolor, valga la redundancia.

Todo lo que se explicaba en el libro sobre los desencadenantes, tenía cimientos de racionalidad. Resulta muy fácil comprender e imposible de rebatir con argumentos biológicos y médicos, por ejemplo, que el sol no puede afectar a la cabeza, tal y como se expone en el libro del Doctor. 


Inmediatamente, tras concluir una primera lectura, descubrí con dichos conocimientos que era evidente que lo de antes solo me había llevado a un círculo vicioso. Por ello, si sopesamos qué nos han dado hasta ahora, y lo que se nos brinda a través de la neurobiología, la balanza ya empieza a inclinarse. 

Es cierto, que esta labor de sopesar fue inconsciente, ni tan siquiera me había dado tiempo, cuando ya había puesto en práctica los conocimientos.


2) Querer salir de la espiral con el convencimiento de habitar un organismo sano. No hay necrosis.


Como decía y ya comenté en otras ocasiones, me fui de carnavales con amigos y familia. Tenía dolor, falta de equilibrio, mareo, falta de coordinación en el habla y movimientos (para no variar). Pero me dije a mí y los de mi confianza, que pasara lo que pasara no iba a hacer lo que había hecho hasta entonces. Me iba a quedar, y dialogando también con mi cerebro, le dije: “me da igual lo que me presiones, no vas a tener pastilla ni cama.”


Dejé a mi médico de entonces, y además dejé toda la medicación (al menos tres preventivos y cuatro fármacos más y el correspondiente triptan). No voy a negar que, a pesar de que ya había empezado a conseguir logros inalcanzables antes para mí, como lo de soportar 10 horas enteras de carnaval habiendo salido con migraña, lo de dejar los preventivos me daba un poco de miedo al principio, ya que iba en contra de lo que me habían dicho durante años.



No obstante, a pesar de estar tan lejos del Dr. Goicoechea, su ayuda fue inestimable.


Así que después de asimilar los conocimientos, solo queda ponerse manos a la obra, ponerlos en práctica. Ya sabía que existían dos sistemas de defensa, el inmune y el nervioso, con sus dos componentes, congénito y adquirido. Y que si bien no podíamos modificar el componente congénito sí podía hacerlo con el adquirido; la memoria en este caso es moldeable, es plástica. Sólo tenía que introducirle otro conocimiento válido y racional; hacerle ver al cerebro que no pasaba nada cuando él veía peligro y me mandaba señales de dolor, y que haciendo exactamente lo contrario él dejaría de ver el peligro, ya que evidentemente el organismo no está siendo atacado, no hay inflamación, no hay necrosis. Por tanto, no debía hacerle caso.


Así, creo que la cuestión fundamental está en el convencimiento de habitar un organismo sano, lo cual conseguí a través del Dr. Así además, recuperas la seguridad, y comienzas a proponerte objetivos. Entiendo que sin malinterpretar ni mezclar conceptos biológicos (fisiológicos, neuronales) con psicológicos, resulta muy clarificador y eficaz tratarla como una fobia cerebral, del cerebro y no del Yo.



3) Recordar que el dolor no lo provoca la persona, y que en determinados momentos, los circuitos neuronales, pueden volver a hacer saltar la alarma.


Y así sucedió, sin más, se produjo el cambio: cambio en el conocimiento y como consecuencia en mi actuación.


 Sin embargo, puede llegar la “recaída”, que como se dice en el libro aún será más dura. A mí me llegó a los 5 meses. Y te derrumbas, porque el miedo del dolor te vuelve a contagiar a ti como persona. Y te dices: si pienso lo mismo que antes ¿por qué? Bueno, eso lo explica mejor el dr, con la memoria de los circuitos neuronales.


La cuestión es que hay que aguantar, estés haciendo lo que estés haciendo. No darle tregua: “ni una pastilla, ni acostarme”. Es más, estaba estudiando mis oposiciones para judicatura y tenía que exponerle los temas a mi preparador, con el tiempo justo, pero seguí estudiando. Aunque no estudiaba muy bien porque me apretaba, tanto el dolor como la descoordinación, para que dejara de hacerlo. Sé que suena brutal estudiar así, pero al menos hay que intentarlo ya no por el estudio, sino para hacerle ver al cerebro que por mucho que apriete no va a conseguir el despropósito de que dejes de hacer una tarea inofensiva. Así, de esta manera, no es que despareciera sin más al instante, hay que trabajar, poner racionalidad, con el convencimiento siempre de que no está pasando nada en tu cabeza y que manteniéndote firme y tranquila, pasará. Al día siguiente ya estaba recuperada y de fin de semana. Pienso que si hubiera sucumbido en ese momento, cada vez que fuera al preparador me la habría jugado la memoria neuronal, hubiera tomado nota “cerebrín”.


Puedo decir que mi opinión es mucho más modesta, desde el ámbito científico, que la de otros asiduos del Blog, pero no desde el empírico. Por ello, entiendo que no se trata de una teoría, sino que los conceptos expuestos en este blog están probados como eficaces, pero no ya “porque el experimento haya salido bien o porque haga una mejor predicción”, sino porque desde mis mínimos conocimientos en este campo junto a los conocimientos que he ido adquiriendo leyendo a Lorimer Moseley y Butler, así como otros estudios del cerebro, creo que los conocimientos expuestos en este blog se adecuan por completo al funcionamiento del cerebro descubierto hasta el momento.


Y ya, en mi caso concreto, me han ofrecido «teorías» de todas clases durante 12 años, y créanme ninguna funcionó ni por un momento. Tan solo saber que no está sucediendo nada en tu cabeza, y que conforme a la biología del dolor, está demostrado que ninguno de los desencadenantes supuestamente migrañosos justifica un dolor de cabeza para mí fue suficiente. Evidentemente el componente emocional está siempre presente por lo que ser una persona positiva creo que ayuda, pero solo para tomar la decisión de librarte de toda la “información anterior”, para soltar las amarras.


Por ello con esta entrada os propongo una invitación a apartarnos de las prácticas y creencias que si bien alguna vez nos han aliviado, nunca nos habían quitado el dolor ni el miedo a una vida empujando una piedra que luego iba a volver a caer. Os propongo conocer el origen de vuestro dolor y que se lo contéis a vuestros allegados. Es bueno tener alguien a tu lado que te apoye. Ahora yo me indigno con todas las falacias sobre el dolor que gratuitamente se nos ofrecen. En cualquier consulta en un centro de salud, el médico suele decir: “claro, te duele la cabeza porque tienes o vas a tener la menstruación. Y el padeciente con nuevos conocimientos podría decir: “¿Me podría ud. explicar que es lo que le está sucediendo a mi cabeza para que duela?”


Lourdes Blanca

5 de noviembre de 2010. 

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