1 año sin migraña
Julia es una lectora del blog. Ha tenido la generosidad de escribir su testimonio. Creo que ayudará a quienes se encuentren con dificultades para salir del bucle migrañoso.
Gracias.
Hace exactamente un año descubrí a Arturo Goicoechea. Festejo mi aniversario de desaprender la migraña escribiendo. Para dejar testimonio, para animar a los que aún viven desesperanzados. La migraña se revierte, la teoría de Goicoechea funciona. ¿Cómo se lleva a la práctica? Cambiando creencias.
Eureka
Durante los últimos meses me di cuenta de que el punto de partida para mi curación (palabra incorrecta pero práctica) fue aquella última cita con G –mi neurólogo- en el hospital R, en diciembre de 2017. Ese día supe que por ese camino no llegaría a ningún lado. Llevaba más de quince años transitándolo y la migraña no solo no cedía, se perfeccionaba. Me tomó dos años y dos meses más encontrar la solución: llegó en forma de libro el fin de semana de Carnaval de 2019. Descubrí Migraña: una pesadilla cerebral y me lo devoré en PDF (yo que siempre leo en papel). Quedé absolutamente impresionada con la teoría de su autor. Sentí que había hecho un descubrimiento revolucionario. ¿Cómo había podido vivir engañada durante tanto tiempo? ¿Cómo una verdad tan enorme, tan esperanzadora, tan sanadora, no se gritaba a los cuatro vientos? Me creí todo de entrada porque podía validar cada palabra teórica de Arturo con mi experiencia. Porque me reconocí en cada frase. Porque la metáfora de la alarma encajaba perfectamente con mi vida. Miré hacia atrás y como en una película vi: el comienzo del dolor, los primeros aprendizajes, los primeros tratamientos, la fijación de las ideas aprendidas, el estudio de las teorías oficiales (siempre había buscado datos reveladores que me sacaran del infierno, todavía ignoraba que debía descartar el paradigma completo). Me enojé con mi neurólogo.
El castillo de naipes
Tenía entonces que probar la teoría. Empecé a identificar y desterrar creencias. Todos los que hemos padecido migraña durante años tenemos muchísimas ideas falsas al respecto y no somos conscientes de ellas hasta que las más solidas empiezan a derrumbarse. Como en un castillo de naipes, cuando caen las cartas que forman la base, caen también las capas intermedias y las superiores. A veces el castillo se desploma de sopetón y otras veces la caída parece orquestada y se desmorona de a poco, con cierta elegancia.
Las cartas pilares de mi castillo eran: soy migrañosa, la migraña es una enfermedad crónica para toda la vida, la mía es migraña menstrual, no soy como los demás y debo aceptar mi condición, no puedo disponer libremente de mis días porque nunca sé cuándo me va a doler, dormir poco me produce migraña, mis migrañas son del lado derecho, punzantes y pulsátiles, van acompañadas de mareo, intolerancia a la luz y a veces náuseas, no tengo aura , no tengo vómitos, mis migrañas no se vinculan con ningún alimento. Las cartas del medio: puedo controlar algunas migrañas pero las hormonales son imposibles, la migraña se agazapa y, aunque parezca que no está, tarde o temprano asoma. Las cartas superiores: la migraña tiene una estructura –el dolor escala hasta cierto punto, que tiene que alcanzar sí o sí, y luego recién cede-, en general mis migrañas remiten al atardecer, tengo migraña el día 1 del ciclo cuando no me baja la menstruación, tengo migraña el día 4 cuando ya casi no sangro, tengo migraña el primer día de un viaje, después de haber viajado en avión, el calor extremo y la altura pueden provocarme migraña, las mesas de examen o una reunión estresante me dan migraña.
Así hice yo
Lo primero que sucedió fue que me creí el libro de punta a punta. No sé si se trata de un requisito excluyente pero en mi caso resultó determinante haber padecido migraña durante muchos años y haber probado de todo (si me estás leyendo, sabés a qué me refiero). La propuesta de Goicoechea no solo era nueva –después de todo, el mercado farmacológico también presenta novedades- sino que era radicalmente distinta de todas las que conocía. Por primera vez todas las piezas encajaban y las cosas que explicaba Arturo, las ilustraciones que daba, resonaban en mi historia personal. Todo me cerraba. Por eso creí. La propuesta, además, era gratis e inocua. No tenía nada que perder.
Para desaprender la información errónea y aprender la nueva, durante el último año, y más o menos en este orden, hice lo siguiente: leí el libro Migraña: una pesadilla cerebral en versión digital y luego en papel, lo subrayé, copié párrafos enteros en mi agenda diaria y los releí frecuentemente, me hice cartelitos con algunas frases (por ejemplo: «No hay daño», “Fuera miedos”) que pegué bien a la vista en mi lugar de trabajo, hice meditaciones y visualizaciones diarias durante algunos meses, hice afirmaciones positivas antes de acostarme, me repetí cada día que el dolor era un error, leí bibliografía sobre ciclo menstrual y empecé a llevar un calendario lunar, dejé de quejarme de migrañas y de hablar de ellas desde el enfoque clásico, escribí (mucho), hice el curso y repasé toda la teoría, no visité nunca más a ningún neurólogo, me fui de grupos de migrañosos en los que únicamente se hablaba de sufrimiento y pastillas, compartí la propuesta de Arturo cada vez que tuve oportunidad y se la expliqué a mi esposo y a mi familia más cercana, visité el grupo de Facebook “Desaprender la migraña” cuando necesité estímulo y apoyo, leí muchos de los artículos y testimonios de Know pain, no pain, compartí mi día a día en un grupo de What’s App con dos chicas que estaban viviendo el mismo proceso que yo, dejé de tomar naratriptán en cuanto sentía la punzada del dolor (o cualquier otro «pródromo»), hice ejercicios de respiración para afrontar dolores, nunca más mencioné la migraña como enfermedad en visitas médicas, leí el último libro de Arturo –Desaprender la migraña– en cuanto salió, dejé de pensar en los desencadenantes, abandoné el calendario que llevaba desde hacía años por indicación de mi neurólogo, me copié la frase «No hay daño» en la caja de Naramig (guardada como salvavidas en el cajón de mi mesita de luz), probé tomar solo paracetamol como ayuda para lidiar con el dolor sabiendo que se trataba de un placebo.
Lo más importante de todo fue que desde el primer día, el 3 de marzo de 2019, me sentí liberada: ya no sufría una enfermedad crónica incurable, estar bien dependía de mí, yo tenía el poder. Nunca más me recluí a oscuras ni cancelé planes.
Antes y después de Goicoechea
Mi punto de partida: casi veinte años de migrañas, tratamientos farmacológicos de todo tipo, migrañas «hormonales» intensas y rebeldes, entre seis y nueve crisis mensuales de veinticuatro a setenta y dos horas de duración, cefaleas «tensionales» de distinta intensidad, algunos ingresos en guardias de hospital, calendario para consignar crisis, naproxeno para dolores leves, triptanes para dolores fuertes, cuantiosos gastos médicos, desasosiego crónico, sensación de incapacidad y angustia, licencias laborales, autojustificación permanente, problemas digestivos por ingesta de medicamentos, cansancio, frustración.
Hoy, después de doce meses de “tratamiento”: una crisis mensual, leve y breve, no asociada a la menstruación y alguna que otra alarma que no llega a consolidarse porque la desactivo, ningún gasto médico, sensación de poder, mayor capacidad para gestionar situaciones estresantes y dolores en general (no únicamente migrañas), conocimiento sobre biología del dolor, funcionamiento del cuerpo-mente, calma, felicidad.
Final del juego
Hace unos quince días se me terminó la caja de triptanes, esa que tenía guardada «por las dudas», como último recurso (sabía que eran placebos pero todavía no me animaba a quedarme sin pastillas). No compré más. Confío en que este es mi último desafío, el último paso en este proceso de liberación. Ya no vivo con miedo -a veces me asaltan temores o dudas, claro, pero ya no se instalan para hacer nido en mi cabeza- y sé que estoy bien.
Si escribí este texto es porque muchas veces el planteo es «Todo muy lindo lo de Arturo pero concretamente qué hay que hacer». Cambiar creencias. No hay recetas pero tal vez algo de lo que yo hice les sirva a ustedes. ¡Ánimo!