De la fascitis plantar “crónica” al descalcismo
Mi calvario empezó a mediados de junio del 2009. Participaba en la Maratón de Bilbao, que era mi tercera vez en esa distancia. La carrera se me hizo dura desde el principio, pero conseguí acabarla a pesar del calor y la fatiga. Pasaron los días, las semanas...y no terminaba de encontrarme bien, me faltaba energía además de la molestia constante en la planta del pie izquierdo. Decidí hacerme una analítica y la médico de cabecera me diagnosticó Hepatitis (creo que B) y descanso. Aunque al final un segundo diagnóstico concluyó que simplemente era una fatiga severa post-Maratón.
Poco antes de recibir los resultados, mientras jugaba descalzo a fútbol playa, un impacto con el balón hizo que aquella molestia se transformara en dolor. Un dolor recurrente que me acompañó durante casi 7 años.
Soy incapaz de recordar todos los tratamientos que me hice a lo largo de esos años, porque cada pequeño avance siempre acababa en un retroceso mayor y era deprimente.
Probé fisioterapia, con 3 infiltraciones incluidas, porque me aseguraban que lo que yo tenía era un Neurinoma de Morton. También osteopatía, pero no resultó.
Antes no lo he mencionado, pero lo que a mí más me gusta es correr...pues también probé a no correr. Empecé por la bici, pero los dolores que al principio estaban muy localizados habían empezado a esparcirse. Se me hinchaban los tibiales, me molestaba el pubis, se me contracturaba la espalda y el cuello...y al final también dejé la bici.
Pero necesitaba moverme, así que probé la natación. Un deporte sin ningún tipo de impacto no podía suponer un problema. Pero me equivocaba. Después de un tiempo practicándola, las leves molestias de la espalda se acentuaron y llegaron hasta los hombros. Así que también tuve que abandonar.
Ahí toqué fondo, pero la fortuna por fin se cruzó en mi camino. Un traumatologo me recomendó hacerme unas plantillas. Unas nuevas plantillas, porque no recuerdo cuántas he podido probar. Antes o después mi cuerpo siempre las rechazaba. Pero el golpe de fortuna no estuvo en las plantillas, sino en la podóloga que me recomendó hacer terapia de movimiento con unas fisioterapeutas especializadas en la materia.
Cuando fui a la primera consulta y me contó cómo íbamos a trabajar y qué (el cerebro) la verdad que no lo veía nada claro. Pero pensé que después de todo no tenía nada que perder. No soy capaz de recordar los inicios con mucha claridad, porque recibía mucha información y se me hacía un poco difícil asimilarlo todo, ya que para mí era todo novedoso. Es verdad que empecé a tener en cuenta que debía intentar relajar más mi cuerpo, no preocuparme tanto por la postura...pequeñas cosas que aún me siguen resultando muy útiles.
Pero, por lo que sea nuestras consultas semanales, que al principio arrancaron muy bien, se fueron atascando. Me di cuenta yo, que me empecé a desanimar y se dio cuenta ella. Entonces decidió pasarle mi caso a su compañera María.
Esa decisión fue todo un acierto y aunque los inicios con ella también fueron complicados, fui viendo resultados que me animaron más.
Creo que en las sesiones hemos hecho de todo y en casa también: me han explicado conceptos sobre biología de los tejidos y lesión, sobre dolor como respuesta protectora, cerebro como gran protagonista, memorias, aprendizajes, efecto placebo (muy útil para el sistema de recompensa aprendido con las plantillas)… nos hemos movido de las formas más peculiares para que me quedase claro que podía, hemos hecho adaptaciones a la actividad, y exposiciones graduales trabajando las neuronas espejo, hasta el punto de sentarme delante del portátil a ver como corrían descalzas personas, e imaginarme que era yo el que lo hacía.
De todo lo que he aprendido con ella lo más importante sin duda es que tenía que cambiar mi manera de entender y afrontar el dolor (o molestia). Antes cualquier molestia me hacia pensar en lesión y generalmente me obligaba a parar. Ahora aplico todo lo contrario y desde que empecé no he vuelto a tener ningún dolor importante.
Ahora si tengo una molestia la pongo en duda desde el principio y si no veo motivo para su existencia tiro para delante.
Todo esto me ha hecho más fuerte física y mentalmente. Completar esa formación con clases de Feldenkrais de manera regular también me está ayudando mucho, para generar nuevos patrones motores y que mi sistema tenga mayor abanico de posibilidades frente al movimiento.
Al año de tratamiento empecé a correr con regularidad y no tardé mucho en volver a motivarme con las carreras. Desde que me recuperé he hecho 3 medias maratones y 1 Behobia (20Km). A eso debemos sumarle las semanas de intenso entrenamiento donde mi cuerpo (y sobre todo mi cerebro) ahora sí que están preparados para asimilarlo.
De hecho me he visto tan bien, que he decidido dar el paso al minimalismo y también al descalcismo. Pensad qué vuelta le he dado a mi cabeza, que he pasado de buscar las zapatillas más amortiguadas, porque pisar cualquier terreno me dolía y siempre dependía de mis plantillas, a descalzarme y correr.
Espero que mi relato le sirva a alguien, igual que me sirvió a mi reunirme con un paciente de María. No recuerdo el nombre, pero escuchar de otro lo que la experta te intenta transmitir me ayudó muchísimo. Por supuesto me ofrezco a hacer lo mismo si ella lo estima necesario.