El libro de Arturo no es un método, es una lección
¡La base científica del método desarrollado por Arturo Goicoechea es algo que no tiene mucho sentido que cuente yo… Él lo hace mucho mejor! Lo que sí leo es a muchas personas que se encuentran en la misma situación que estaba yo hace un tiempo: desesperadas y a las que, y las entiendo perfectamente, les cuesta poner entusiasmo en un nuevo intento. Todas las personas migrañosas que conozco, incluida yo misma, hemos tratado muchos métodos distintos para resolverlas. Hemos puesto ilusión, tiempo, dinero… y nada ha funcionado… ¿por qué iba a hacerlo esto? ¡Venga ya! ¿Un libro? ¿Un curso?
¿Que porqué me embarqué entonces? Supongo que por dos razones:
1. En junio de 2019 todo en mi vida era perfecto y había tomado la decisión firme de trabajar en resolver las migrañas. Medicamentos nuevos, tratamientos exóticos… lo que fuera.
2. En el fondo… ya lo andaba buscando. Y eso es lo que me gustaría contar:
Mis migrañas no eran diferentes a las de las demás personas. Sufridas desde los 10-12 años y diagnosticadas a los 18, padecí la típica migraña con aura con lo que, además de los dolores de cabeza, he pasado por pérdida de sensibilidad en la mitad del cuerpo incluida cara y lengua, lo que yo llamaba “agujeros de visión”, afasia, pérdida del equilibrio… y todos los trastornos que eso implica en la vida de una persona joven.
Los detonantes podían ser cualquier cosa: la luz (como resultado tengo una magnífica colección de gafas de sol), el ruido, un esfuerzo físico, un golpe, una mala noticia, ¡!UNA BUENA NOTICIA!!, una situación estresante, beber algo frío, dormir poco, dormir mucho, ver a mis padres, despedirme de ellos, cualquier cosa que implicara una emoción moderadamente intensa… pero de todo eso… el ruido era mi cruz. No concebía la vida sin tapones de máxima atenuación del ruido. He deseado ser sorda con todas mis fuerzas. Sí, en serio. Me sé mi pieza favorita de música clásica de memoria, la novena de Beethoven, los cuatro movimientos, porque pensaba que si algún día tenía la suerte de perder el oído no tendría que dejar de “escucharla”.
Una cosa que me provocaba una migraña casi automática era gente charlando en la radio. Las noticias, o una tertulia… Yo no tengo tele y me distorsionan mucho las conversaciones de muchas personas y supongo que la radio es algo así, pero es que además era lo más parecido a darme un martillazo en la cabeza.
Total, que esa era mi vida y la de los que me rodean. Y en estas estaba el verano pasado (2019), un lunes a las 5 de la mañana, haciendo el trayecto Sevilla – Granada en mi coche escuchando música para ir a trabajar. Lo intelectual que quedaría decir que a Beethoven… Pues no. Rocío Jurado. Pero no de cualquier manera, no…. A TODO TRAPO, cantando a gritos: Señora, Como una ola, Paloma brava…. Todo el repertorio (sí, me las sé todas) y de repente pensé… ¡leche! ¡Que no me duele la cabeza! Y apagué la radio y, supongo que, porque iba sola, era de noche y el entorno era propicio empecé a pensar en el tema: el neurólogo me dijo que los ruidos fuertes provocan migrañas… a ver bonita… Rocío Jurado no es ruido, es arte!!! (no te pongas folclórica ahora que esto es serio)… ¿Cómo es posible que ayer mismo con la radio que accidentalmente encendió XXX (mi churri) casi te estalla la cabeza y ahora te estés notando las vibraciones del sonido en el cuerpo y no te duela nada? ¿Entonces no es el ruido? ¿Es sólo el ruido que no te gusta? Y la verdad es que ya no fui capaz de poner a la más grande no sea que me doliera la cabeza y se me desmontara la teoría que, todo hay que decirlo, estaba cogida con alfileres…
No sé lo que puse en Google pero apareció una web de alguien que hablaba de migrañas. Había testimonios con foto (cientos) y como di por hecho que sería un timo no pensaba leer ninguno, pero había una chica muy joven con una cara muy dulce… y no sé porqué entré y lo leí. Y decía algo así como “el principio del cambio fue el libro de Arturo Goicoechea”. Como ya he comentado había tomado la decisión de acabar con las migrañas así que en vez de enredarme en leer y leer y buscar información me compré directamente el libro “Migraña: una pesadilla cerebral”.
Espero que a Arturo no le importe que lo transcriba aquí pero el cambio real comenzó con este párrafo:
“La migraña es un dolor generado por una valoración infundada de amenaza por parte de su cerebro. Es la consecuencia de un cerebro no anormal sino equivocado”.
Lloré durante mucho rato cuando lo leí. Eso, precisamente eso, era lo que había pensado tantas veces… si en tantos TAC, resonancias, pruebas de oído, vista…. todo está bien… ¿Cómo es posible que duela tanto?¿Seguro que esto se va a quitar con más pastillas?
El libro de Arturo no es un método, es una lección. No es una lección fácil de aprender y además no todos estamos siempre dispuestos a aprenderla. A veces por no dar nuestro brazo a torcer, a veces por miedo a lo nuevo, a veces por… ay, dios mío! Es que ser enfermo nos brinda atenciones extra a las que puede no ser fácil renunciar…
Aún así, queriendo resolverlo con todo tu ser y teniendo parte del camino andado (como era mi caso) a veces volvía a doler. En ese caso yo hablaba con mi cerebro, como se trata a un niño pequeño que está haciendo algo mal sin saberlo pero al que hay que corregir, y le explicaba que ese dolor no tenía ninguna razón fisiológica de existir. Que era normal que lo sintiera porque estaba acostumbrado a reaccionar así en esas situaciones, pero que ya sabía que era un error. Y que cometer un error no es malo si te sirve para corregirlo. Y así, muy poco a poco, desmonté cada una de las situaciones que antes provocaban mis migrañas. ¿Qué si las he desmontado todas? Pues no tengo ni idea, pero… ¿qué más da? Si llegan le hablaré a mi cerebro como se le habla a un niño travieso y asunto resuelto. Al fin y al cabo… ¿Quién no comete alguna vez una travesura?
Isabel.