25 crisis de migraña al mes
Soy María y quiero contaros que la pedagogía de Arturo Goicoechea me ha cambiado la vida. He vuelto a nacer, a ser yo. Adiós migraña. Adiós dolor. Adiós miedo. Bienvenida de nuevo, yo. Me gustaría contaros mi experiencia porque a mí me sirvió mucho leer a las personas que ya habían conseguido darle la vuelta a esta pesadilla.
Yo he sufrido lo que llaman migraña durante los últimos cinco años. Al principio tenía muy pocas crisis al mes, pero fueron subiendo. Mi médico de cabecera tuvo claro que tenía migraña y me recetó triptanes. En un primer momento me pareció la solución. Después llegué a odiarlos. El número de crisis subía y subía. Cuando llegué a las ocho o diez, comenzó el periplo de la medicación preventiva.
No recuerdo ya cuántos preventivos he tomado, pero ninguno me hizo efecto nunca y todos me sentaron muy mal, a nivel físico y mental.
El número de crisis subió tanto que me derivaron a neurología, donde siguieron probando con preventivos. Nada. Acudí a un neurólogo privado que me dijo que la migraña se había vuelto crónica. Se me cayó el mundo encima.
En el último año llegué a 25 crisis al mes y encadené infinidad de lo que llaman estatus migrañosos. Llegó un momento en el que el dolor era diario, permanente. Y también llegó un día en el que los triptanes no me hacían efecto.
Entré en pánico. No sé cuántas veces acudí a urgencias, donde me pusieron de todo por vena, hasta dolantina, un derivado de la morfina. Nada. No había nada que parase el dolor. Después de insistir mucho, me hicieron un escaner y todo estaba bien. Todas las semanas la neuróloga me hacía bloqueos (inyección de un anestésico en la cabeza), que nunca me hicieron efecto.
Para salir de los estatus migrañosos, la neuróloga me recetaba mucha medicación, tanta que no la recuerdo, pero sí recuerdo la cortisona y el orfidal. Además de la medicación preventiva, los triptanes y la que me recetaba para salir de los estatus, me recetó orfidal. Llegué a tomar tres orfidales al día. Mi desesperación y tristeza era brutal.
Un día le dije a la neuróloga que me iba a tirar por la ventana. Me dijo que había muchas alternativas, que algún día darían con la que me iba bien, pero hacía tiempo que ya la veía perdida. No sabía por dónde tirar ni qué recetarme. Y se contradecía al decirme que me tomase el triptan en cuanto notase que venía la crisis y al mismo tiempo decir que tenía migraña crónica porque había abusado de los triptanes, que no podía tomar tantos.
No veía ninguna solución. Me venía abajo al imaginarme así el resto de mi vida. Eso no era vivir. Me perdí muchas cosas y mucho tiempo de estar con mi hijo pequeño. La mayoría de los días no podía llevarlo ni ir a buscarlo al colegio.
El último preventivo con el que probaron fue Topiramato, para mí, lo peor del mundo. Adelgacé 15 kilos en mes y medio y me sentó fatal a nivel mental. Me sentía muy confusa, como si la realidad fuese una película, y hablaba lento y raro, como si fuera otra persona. No me salían las palabras, me trababa... Un horror.
El siguiente paso fue el botox, pero manteniendo dos preventivos (topiramato y sumial). Tampoco me hizo nada.
A mediados de noviembre del pasado año me ingresaron. No había forma de quitarme el dolor. Llegué a pensar que me estaba volviendo loca. Fue la semana más larga de mi vida. Probaban con todo tipo de medicación en vena. Nada. Al final probaron con un triptan inyectable en la pierna y eso conseguía aliviar el dolor unas horas. Luego volvía. Pero yo dije que ya estaba bien, para poder irme a casa. Ya no confiaba en los médicos. En nada.
Después del ingreso busqué en google algo así como "cuando nada te quita el dolor" y encontré a Arturo Goicoechea. Fue mi salvación. Me ayudó mucho leer los testimonios de personas que habían pasado lo mismo que yo. Llamé a GoiGroup y me aconsejaron hacer el curso online impartido por Arturo Goicoechea. Me dijeron que lo hiciera despacio, entendiendo los conceptos y sin prisas por que se fuera el dolor. Y así lo hice. Fui apuntando todo lo que me parecía interesante y me repetía frases y conceptos que me fueron sacando del dolor.
Las palabras de Arturo Goicoechea fueron esperanza. Todo encajaba, todo tenía sentido, y la llave de mi bienestar estaba en mí. Después leí sus libros 'Migraña, una pesadilla cerebral' y 'Desaprender la migraña'. A poco de terminar el primero dejé toda la medicación. Pasé dos días muy malos, pero aguanté. Salí a la calle, hice mi vida normal, convencida de que soy una persona sana y sabiendo que aquel dolor no respondía a ningún daño en mi cabeza, que era un fallo en el sistema de defensa de mi cerebro. Le decía que no insistiera, que estaba equivocado. Y al segundo día a la tarde empecé a notar cómo el dolor iba desapareciendo. A la noche ya no tenía. Aluciné.
Me vine arriba. Me sentí poderosa. Había conseguido que mi cerebro entrase en razón. Sigo sin dolor desde el 28 de noviembre del pasado año. Solo he tenido una crisis fuerte y un par que quisieron empezar, pero que controlé y se desvanecieron pronto.
Lo que más me ayudó fue el saberme una persona sana. Apunté en una hoja: 'yo no estoy enferma'. Y aún tengo papeles en las paredes de mi casa con la frase 'No hay daño'. Cuando lo leo, sonrío.
También me ayuda reflexionar un minuto todas las mañanas. Le repito a mi cerebro que no hay nada que temer del exterior, que todo está en orden, que no hay daño, y que soy una persona sana. Cierro los ojos y me imagino a mi cerebro en perfecto orden. Y a vivir.
Os animo a confiar en vosotros y vosotras, a daros la oportunidad, a intentarlo, a perseverar, a ir integrando la pedagogía de Arturo Goicoechea con calma, a confiar en la buena información, a abrir los ojos, a creer en algo tan sencillo como que si no hay daño, no hay motivo para el dolor. Decírselo a vuestro cerebro. Él también lo entenderá así y cambiará. Mucho ánimo y a por ello.